Cualquiera que haya leído las “Crónicas de Lawrence de Arabia”, habrá podido constatar el problema que ese brillante Oficial británico tenía entre manos.
Su Mando, en Inglaterra, lo envió al desierto para comandar una revuelta árabe contra el bloque Turco-Alemán. Al llegar a destino, descubrió el gran problema político, social, religioso y de autoridad con el que tendría lidiar, previo a iniciar la revuelta… En definitiva, tenía que determinar y entender quiénes y cómo eran los árabes, y como se organizaban tribal, familiar y militarmente.
Finalmente entendió que los árabes no eran tribu única, es decir, tenían diferencias regionales, familiares, religiosas (dentro de los árabes había cristianos católicos, cristianos coptos, cristianos ortodoxos, y habían musulmanes chiitas y sunitas) con jerarquías, costumbres, horarios de rito y temporadas de pastoreo animal diferentes, y que tenían usanzas sociales distintas entre sí, etc. En tales circunstancias, Lawrence tomó consciencia que la única forma de poder cumplir la misión que le asignó su Mando, pasaba por resolver una “enfermedad”, en vez de limitarse a abordar “síntomas”, es decir, debía conformar unidades de combate mediante las cuales las “usanzas árabes" no interfirieran con las acciones militares.
Si lo anterior lo llevamos a nuestro país, se han identificado algunos supuestos enemigos. La ONU, la agenda 2030/45, el socialismo de siglo XXI, el progresismo, y el globalismo, entre otros.
Pero, serán esas cosas la enfermedad o son síntomas de la decadencia de un sistema político que no da más?
Todo indica que los intelectuales no han hecho bien las tareas, en términos de detectar bien la enfermedad, ya que, si vemos la situación chilena, los analistas locales sólo se han limitado a abordar los síntomas antes mencionados ya que a todos nos resultan fáciles de entender dada nuestra experiencia histórica setentera; sin embargo, no profundizan más allá sobre la crisis política real, ya que eso necesariamente implica abandonar trincheras y llegar a acuerdos razonables para todos.
En ese contexto, pocos son los que han visualizado que la mejor opción para el próximo gobierno, liderado por Matthei -que es la que capta la mayor intensión de voto-, es a través de la formación de un gran centro político y social, que congregue desde RN y EVOPOLI hasta la UDI, en la centroderecha, incorporando a “hombres buenos y Patriotas de centro izquierda”, de la ex-concertación -que son de probada trayectoria política-. Mientras mantiene a dos grupos en los bordes, el PC y el FA en la izquierda radical, y Republicanos y otros en la derecha más dura, de tal manera de poder representar a todo el espectro; pero donde la voz sonante esté en el centro.
El mundo está cambiando, las élites a las que estábamos acostumbrados están siendo reemplazadas por nuevas, los regímenes propios de la Guerra Fría están siendo sobrepasados y, otros tantos, están recurriendo a nuevos mecanismos multilaterales en los que prima la conveniencia mutua.
Por otro lado, qué es lo que nos indica lo anteriormente expuesto, que el verdadero patriotismo se mide cuando los ciudadanos -todos, incluyendo a los civiles de a pié, a los políticos, a los académicos, etc.- estamos dispuestos a poner los intereses de la Patria, la tierra que heredamos de nuestros padres, y sus más altos objetivos estratégicos, con toda la carga valórica y moral que ello implica, por sobre cualquier otro interés personal o de poder.
En definitiva, en Chile cabemos todos, no sobra ni debe faltar nadie; es decir, tenemos que madurar política y cívicamente y llegar a acuerdos razonables, de tal manera de lograr un gobierno que nos gobierne a todos en el próximo periodo y una sociedad comprometida con ese gobierno y su gestión!!
Atte.
Pablo Thauby.
Magíster en Ciencia Política
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