Desde que “volvió la democracia” a Chile, en marzo de 1990, la “Concertación” inició el lento pero progresivo desmantelamiento de la institucionalidad dejada por el gobierno de las FF.AA. y Carabineros de Chile.
El primer paso fue terminar con “la comunidad de inteligencia”, haciendo que las Instituciones de la Defensa actuaran cada una en su ámbito y con énfasis en lo externo, mientras que Carabineros y la PDI sólo podían hacer inteligencia policial interna, situación que se constituyó, a poco andar, en una falencia fuerte de información por la falta de integración.
Posteriormente, en el año 2005 se realizaron toda una serie de modificaciones constitucionales que terminaron de desarticular lo que en su momento se llamaron “los candados autoritarios”, que no eran otra cosa que los balances y controles (check and balances) propios de una democracia sólida.
A lo anteriormente comentado, lo podríamos considerar la primera “Maniobra de Alcachofa” aplicada por la izquierda socialista contra nuestro país. Es decir, que mejor manera de iniciar una revolución, o allanar el camino para su inicio, que desarticulando la institucionalidad establecida en la Constitución, y sin la necesidad de disparar ni un sólo tiro. En pocas palabras, se inicia la degradación lenta y progresiva del país, aplicando el cuento de la rana en la olla.
Con Bachellet, en sus dos gobiernos, se inició la acción polarizadora del país y de inestabilidad, tanto de orden social como económica, la manga extra ancha con la delincuencia común, y el inicio de la inmigración descontrolada. Esto lo podríamos considerar como las nuevas “Maniobras de Alcachofa” aplicadas, en forma paralela o sucesiva, por el socialismo chileno para desestabilizar a nuestro país y aumentar la conflictividad (agudizar las contradicciones).
Con ese escenario llegó Piñera al poder en su segundo gobierno. De una u otra manera, todos nos dimos cuenta que era lo que estaba pasando en Chile desde el “retorno a la democracia”, como indicaba al inicio; sin embargo, nada presagiaba que el 18-O vendría “La Ofensiva”. En ese contexto, a diferencia de otros columnistas, no me gusta hablar del Golpe de Estado o del intento de golpe del 18-O, sino que hablo de la “Ofensiva de octubre”, y eso tiene que ver con el hecho evidente que la revolución había comenzado con las modificaciones constitucionales del ex Presidente Lagos en 2005, acentuadas por los desmanes, en la octava región, post terremoto del 27-F del 2010, y por la “revolución pingüina” del 2011. Luego, los hechos del 18-O y días posteriores, sólo se constituyeron en una gran ofensiva dentro del proceso revolucionario.
Entretanto, al asumir el Poder, Piñera tenía al Congreso en contra, el PC y el FA estaban más hiperventilados que nunca, la izquierda ex concertación apoyó a “sus socios duros” tratando de agarrar las migajas que les dejaban, las protestas en los “Liceos emblemáticos”, con desmanes en la vía pública, a escasas cuadras de la Moneda eran el pan nuestro de cada día, el gobierno le quitó todo el respaldo a Carabineros para la mantención del orden, la derecha en su conjunto estaba “acoquinada” y no atinaba a defender sus principios y valores. Visto así, era el caldo de cultivo para una ofensiva, sólo faltaba conocer la fecha, y sin decir “agua va”, llegó el 18-O.
Convengamos finalmente, que sin una “comunidad de inteligencia” que hubiera podido infiltrar al dispositivo insurgente para anticipar debida y oportunamente el día de “La Ofensiva”, el 18-O nos pilló tan desprevenidos como al gobierno de Vietnam del Sur “La Ofensiva del Tet” en 1968.
Atte.
Pablo Thauby
Magíster en Ciencia Política, con mención en Estrategia, Academia de Guerra Naval, Chile.
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