Entre los años 2019 y 2021, a nivel mundial se iniciaron toda suerte de intentos revolucionarios de la izquierda mundial en distintos países del globo, en los cuales predominaban las nuevas posturas posmarxistas, ampliamente expuestas y explicadas por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
Dichas revoluciones, unas más violentas que otras, particularmente violentas en Sudamérica, tuvieron partida de caballo inglés, pero sucumbieron ante la pandemia. Por otro lado, por el hecho de ser compuestas por minorías con intereses absolutamente disímiles, no fueron capaces de superar sus diferencias conceptuales, situación que no les permitió consolidarse como fuerza política hegemónica, y finalmente, su llegada al gobierno fue muy débil y no les ha permitido mantenerse y sostenerse en el poder.
Veamos en específico el caso de Chile. La revolución se inició el 18 de octubre de 2019, con una violencia avasalladora con quemas, desmanes, saqueos y pillaje. No hubo voluntad política del gobierno de turno para aplacar dicha revuelta, de hecho la pandemia fue la que salvo al Presidente Piñera de su destitución.
En la medida en que pasaba el tiempo, la ciudadanía de bien se fue hastiando de la anarquía y la anomia imperantes en Chile. El principal gatillante del hastío fue el intento frustrado de nueva Constitución presentado por un curioso y muy desagradable “cumpleaños de monos” que se hacían llamar “Honorables Constituyentes”.
En respuesta al mencionado “cumpleaños de monos constituyente”, nació una “nueva derecha” más agonal, gritona, superficial, liviana y, en algunos casos, tan populista como la izquierda posmarxista de Boric, la cual se presenta con mucho ruido pero poca fuerza en Twitter y YouTube, y lo que queda de revolución no ha sido capaz de acallarla. Por otro lado, existe una mayoría de ciudadanos sensatos a los que no les interesa el activismo agonal de Twitter y YouTube, y se limitan a seguir con su vida normal y a mantener sus costumbres conservadoras tradicionales, o relativamente liberales, y que sólo se hacen presentes en días de votación con sufragio obligatorio.
Independiente de lo expuesto, lo evidente es que el quiebre entre la clase política y la ciudadanía es irreconciliable. La ciudadanía, los partidos y los Poderes del Estado operan por cuerdas separadas, hay un absoluto desgobierno, y la anomia y la anarquía campean por doquier.
¿Chile tendrá arreglo?, en lo personal no veo una salida fácil para Boric y su pandilla juvenil que sólo gobiernan para Ñuñoa, que es lo que le ha permitido mantener entre un 25% y un 27% de aprobación.
Con respecto al próximo gobierno… No quiero pensar en eso, porque los prospectos no son alentadores… Hasta aquí, sólo se percibe extremismo populista de derecha por la proa!!!
Atte.
Pablo Thauby
Magíster en Ciencia Política, Academia de Guerra Naval, Chile.
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