No es fácil hablar de don Wenceslao, creo que lo mejor no es hablar de sus dos facetas, como Grumete y como ViceAlmirante, sino que comentar las cualidades que lo condujeron a pasar por ambas facetas.
Don Wenceslao luchó fieramente en el Combate Naval de Iquique, tuvo la fortuna de sobrevivir y eso marcó su futuro para siempre.
Nuestro joven Grumete que terminó siendo ViceAlmirante, dedicó el resto de sus años de Servicio Naval al estudio, a las mejoras del Servicio, a la instrucción, a la modernización de los medios y equipos, al fomento de la Historia Naval, y por consiguiente, a contar lo sucedido en la Guerra del Pacífico, mientras estuvo embarcado.
En definitiva, entendió que Dios le permitió salir vivo de Iquique para cumplir fines superiores a él mismo; no obstante, para lograr esos objetivos, tendría que vencerse a sí mismo primero. Es decir, tenía claro que sin esfuerzo no habría superación personal posible, y, por consiguiente, estaría en falta con el Creador y con sus camaradas y amigos muertos en la Esmeralda aquel fatídico 21 de mayo.
Dicen los entendidos, que esa era una preocupación permanente de don Wenceslao, estar a la altura de sus camaradas fallecidos en Iquique, y, por consiguiente, esa aprehensión se constituía en el propósito que lo impulsaba en su constante afán de superación.
Ahora bien, independiente de sus aprehensiones personales, lo que es un hecho, es que su ejemplo de heroísmo, esfuerzo, dedicación, compromiso con nuestro país, y su constante afán por la mejora personal, es el que debería guiar a tanto joven chileno que pierde el tiempo miserablemente en anarquismos inútiles y autodestructivos, movidos por la droga, la flojera, el alcohol, el resentimiento, el odio; y, todo ello como resultado de la falta de propósitos.
Finalmente, una persona sin propósitos, es decir, sin un proyecto de vida útil para sí mismo y para la sociedad, cae inexorablemente en el anarquismo.
Atte.
Pablo Thauby.
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