De tal manera de entender las actitudes, pensamientos y acciones humanas en condiciones de combate usaremos como ejemplo lo ocurrido en el Desembarco de Pisagua.
Todo comenzó con la ubicación de los buques a una distancia prudente de costa que permitiera proteger a las Unidades Navales de las baterías de costa, y, al mismo tiempo, bombardear la mayor cantidad de posiciones defensivas del oponente, con el fin de intentar facilitar el desembarco de la Infantería.
Al iniciarse el despliegue de las embarcaciones menores (botes) hacia tierra, surgieron todo tipo de emociones en los soldados invasores, que iban desde el temor hasta el arrojo y la temeridad, pasando por toda la gama intermedia.
Ahí es donde adquirió, tal como hoy, suma relevancia el Comandante, en términos de su prestancia, Don de Mando y capacidad motivacional.
En cada embarcación menor iba un Comandante de Escuadra, que era responsable de mantener el orden y el enfoque entre su gente, y era el encargado de darle el correcto direccionamiento y sentido a la emocionalidad, anteriormente descrita, de los soldados a su cargo.
Al llegar los botes a la costa, la emocionalidad de los soldados, se restringió a tres aspectos esenciales, dadas sus acotadísimas expectativas de vida; me refiero específicamente a la Trilogía: “Dios, Patria y Familia”, y Pisagua no fue la excepción.
Lo anteriormente expuesto, tiene que ver con dimensiones espirituales y terrenales, a saber:
1.- Dios: Dadas las bajas posibilidades de sobrevivir al desembarco, el soldado se predispone al hecho de que puede morir en cualquier momento, y que eso implica que inexorablemente tendrá que presentarse ante el Creador a dar novedades por lo que hizo, no hizo o dejó de hacer.
2.- Patria: Si pensamos que una acción de desembarco está principalmente gobernada por químicos corporales, adrenalina y dopamina, los sentimientos patrióticos se exacerban a niveles impresionantes, y al mismo tiempo, la fuerza física se multiplica.
3.- Familia: Si pensamos que un soldado que resulta herido durante el proceso de desembarco, siente mucho dolor, y está preocupado frente a su posible muerte. En tales circunstancias, uno de sus tantos pensamientos, muy natural, irracional, emocional y humano, es gritar: “Mamaaaá!!”.
Si lo vemos de esa forma, a los soldados que yacían heridos en la playa y en los faldeos del cerro, les volvió el alma al cuerpo al ver el Pabellón Nacional ondeando al tope del poste del telégrafo, en señal de “Misión Cumplida”.
Finalmente, lo que busco con este escrito, es establecer que nuestros Soldados, a los que sumo a nuestros Policías, no son semidioses, superhombres ni superhéroes indestructibles, son personas comunes y corrientes con una emocionalidad tan normal como la de cualquier otro ser humano.
Soy, Pablo Thauby.
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