Pero, ¿qué sociedad occidental queremos recuperar?
Si vemos como era la sociedad previo a la Primera Gran guerra alemana, en Europa aun existían los grandes imperios con algunos monarcas absolutos y otros tantos que con anterioridad habían pasado a constituirse en monarquías constitucionales o monarquías parlamentarias. En definitiva, no eran democracias propiamente tales.
Al término de la Primera Guerra Mundial, desaparecieron los grandes imperios, y sus territorios fueron atomizados en varios países que no constituyeran un riesgo real para los vencedores de dicha conflagración. Lo anterior, quedó establecido y formalizado en el Tratado de Versalles.
Seis años después del término de la Primera Guerra (1924), nace el Fascismo italiano, con Benito Mussolini (Il Duce), quien fijó como norma de vida, que: “el Fascismo representaba una «tercera posición», basada en el nacionalismo extremo, validando la violencia, el desprecio hacia la burguesía y la oposición frontal al marxismo, junto con la exaltación del Estado sobre los intereses individuales: “todo en el Estado, todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado””.
En 1933, por su parte, nació en Alemania el nacional socialismo con Adolf Schickelgruber (Adolf Hitler), que se constituía en una variante germana del fascismo italiano, que se distinguía de aquel en cuanto al racismo y segregacionismo antisemita, anti gitanos, anti enfermos físicos y mentales, etc.
El 22 de mayo de 1939, Alemania e Italia firmaron el llamado Pacto de Acero y formalizaron la alianza del Eje con disposiciones militares. Y el 1 de septiembre de ese mismo año Alemania invadió a Polonia, iniciándose la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, un año después, el 27 de septiembre de 1940, Alemania, Italia y Japón firmaron el Pacto Tripartito, conocido como la alianza del Eje, formalizándose la guerra en Europa, Africa, el Sudeste asiático y el Pacífico.
En mayo de 1945 finalizó la segunda guerra mundial en Europa, mientras que en septiembre del mismo año se rindió Japón. Y ¿primaron los valores y principios de la sociedad occidental? No, lo que primó fueron, nuevamente, los intereses de los países vencedores.
En definitiva, cada vez nos alejamos más de la democracia y de lo que alguna vez fueron los valores y principios de “la sociedad cristiana occidental”.
Posteriormente, con la guerra fría, desde 1945 hasta la caída del muro de Berlín y de la URSS, vino un nuevo devenir, supuestamente democrático y en base a los valores de occidente. Pero seamos honestos, fue tan democrático como pensamos y se basaba en los principios y valores de occidente, o siguió siendo una imposición del(los) vencedor(es).
Si somos honestos, y nos regimos por los planteamientos realistas y neorrealistas de la política, que establecen que:
- Postura realista: Establece que “el Poder”, mediante su mantención, acumulación, o abierta demostración, es el fin último de las relaciones entre países en pos del logro de sus respectivos Objetivos Nacionales.
-Postura neorrealista o anárquico internacional: Establece que la anarquía o falta de una autoridad superior que regule a los países, es subsanada con un control legal internacional imperfecto pero funcional.
Entretanto, los contrapesos y balances de poder se nivelan en base a un encuadramiento jerárquico entre países validado por consenso internacional que está en constante evolución, que es dinámico y competitivo.
El modelo de sociedad que hemos utilizado en occidente es el que nos impusieron los vencedores de las guerras mundiales y de la guerra fría; sin embargo, ese modelo económico y social ha demostrado que no está a la altura de las necesidades sociales, de la valoración de los intereses y objetivos estratégicos de cada país, no valora aspectos éticos, morales, familiares, tribales, de seguridad de cada Estado-Nación, etc.
Luego, más que gastarnos en tratar de resolver un sistema internacional que está fallando desde 1918, lo lógico es, atendiendo a los planteamientos realistas y neorrelistas de la política y de las relaciones internacionales, buscar el mejor acomodo a nuestras necesidades, usos, costumbres y urgencias de económicas y de seguridad, buscando socios permanentes y otros circunstanciales, mientras se alinean los nuevos poderes internacionales.
Atte.
Pablo Thauby
Magíster en Ciencia Política
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